Muchas veces hemos observado, que a las pocas semanas de adquirir una miel, ésta ya no está líquida, y ha adquirido un aspecto granulado o cremoso, e incluso totalmente sólido, que se aprecia al poner el envase boca abajo y no caer nada.
La miel cristaliza (pasa de un estado natural líquido a uno más o menos pastoso), porque a temperatura ambiente, la glucosa presente en la miel forma una disolución sobresaturada (hay más glucosa disuelta de la que puede estar en estado líquido) y acaba formando pequeños cristales que atraerán a otros de alrededor y producirán el cambio de líquido a sólido.
La cristalización de la miel es un proceso natural de este alimento ya que, al tratarse de una solución sobresaturada de azúcares, tiende a solidificarse a temperaturas inferiores a los 25ºC.
Al ser un proceso físico natural, la miel conserva todas sus propiedades químicas y cualidades culinarias sin deterioro de sus características nutritivas.
La miel, cuando está cristalizada, presenta mayor garantía de frescura y conservación ya que, una vez que adquiere este estado, para volver a fundir los cristales de azúcar y obtener de nuevo una miel líquida es preciso aplicarle calor, lo que va dañando gran parte de sus propiedades naturales más preciadas y acelera su envejecimiento.
Según su composición (su origen floral) las mieles tienen mayor o menor facilidad para cristalizar a temperatura ambiente.
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